Un planeta sin contaminación. El compromiso está en el aire.


Evocar Chernóbil, Seveso o Bhopal provoca escalofríos, pese a los años transcurridos. Terribles accidentes medioambientales del siglo XX que traen a la memoria la iniquidad letal de unas formas desarrollismo humano que hace inhabitables amplias zonas del planeta. Despertaron las conciencias y estimularon la aprobación de normas más rigurosas, integrando la variable ambiental en las decisiones de muchos Gobiernos. Sin embargo, los excesos de contaminación persisten; silentes pero tenaces.

Ante este reto planetario, la Asamblea de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente, reunida en Nairobi, ha adoptado, este 6 de Diciembre, la Declaración “Hacia un planeta sin contaminación” a través de la cual los Ministros de Medio Ambiente hacen suya la preocupación creciente por las consecuencias devastadoras que genera para gran parte de la población mundial, particularmente para los más pobres y vulnerables, la contaminación originada por la actividad humana.

Los datos son más que preocupantes: un 90 % de la población mundial respira hoy aire que incumple las directrices de calidad de la Organización Mundial de la Salud; 17.000 seres humanos morirán prematuramente debido a ello. Cientos de niños menores de cinco años mueren a diario a causa del agua contaminada y la falta de higiene, que afectan de forma desproporcionada a mujeres y niñas, obligadas a cocinar con combustibles sucios y a buscar agotadoramente agua potable, cada vez más lejana y escasa. Cada año vertemos 12,7 millones de toneladas de plástico en el medio marino y generamos más de 40 millones de toneladas de desechos electrónicos, 5% más cada año.

La contaminación afecta ya significativamente la salud de las personas, los ecosistemas, los medios de subsistencia, inclusive los económicos. Ante este deterioro, la declaración de Nairobi afirma categóricamente que existe un derecho de todas las personas a vivir en un medio ambiente limpio.

Tal vez existe aún un margen para la esperanza. Como señalan los Ministros, en pleno siglo XXI existen conocimientos y soluciones tecnológicas para reducir la contaminación. La Unión Europea ha propuesto medidas alentadoras contra emanaciones y vertidos, cambio climático, pérdida de diversidad biológica o degradación de los ecosistemas. Sin embargo, se hace indispensable un apoyo más decidido a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y al Acuerdo de París sobre el Cambio Climático.

La contaminación atmosférica de las grandes urbes del planeta acerca este fenómeno a las puertas de nuestra casa. En España se superan con demasiada frecuencia los límites establecidos por la OMS sobre calidad del aire.

Mantener las aguas en un estado ecológico correcto requiere evitar vertidos contaminantes en los cauces A pesar de ello, en ciertas localidades del Alto Nervión, por ejemplo, se pasan por alto las Directivas comunitarias y persisten los vertidos de aguas sin depurar porque no existe aún un sistema de tratamiento integrado de las aguas residuales.

En una reciente comparecencia en el Parlamento Vasco el Ararteko señaló que la solución al problema de la contaminación requiere la participación ciudadana en el diseño de las políticas públicas junto con un esfuerzo de los poderes públicos para asegurar su correcta aplicación. La Fiscalía especializada en medio ambiente o las Defensorías del pueblo deben promover una gobernanza medioambiental eficaz a través de redes de cooperación integral entre las diversas autoridades públicas implicadas en esta tarea.

En cualquier caso, un paso decisivo que permitirá superar el esquema, casi siempre dogmático, con el que se ha venido trabajando hasta el presente momento, es la introducción de una perspectiva de obligatoriedad en todo lo ambiental. Si bien lo deseable sería una concienciación plena de la ciudadanía en tal procelosa materia, la obligatoriedad facilita no solo el cumplimiento sino también la concienciación individual y colectiva. Las alternativas apenas existen y, de continuar por el presente camino, desaparecerán las pocas de las que aun disponemos.

La lucha contra el cambio climático es otro reto inaplazable. Esta misma semana la Cumbre “One Planet Summit” en París, ha exigido una reflexión en profundidad sobre la necesaria transición hacia energías sostenibles. Hace un año la “Declaración Vasca”, incorporó una hoja de ruta para ciudades y pueblos sostenibles europeos, alineándose con el Acuerdo de París. Los compromisos de descarbonizar nuestros sistemas de energía y reducir el consumo de recursos contribuirán, innegablemente, a reducir la contaminación. El Ararteko, consciente de la entidad de esta cuestión, presentará próximamente ante el Parlamento Vasco un informe extraordinario para definir las bases de un debate social sobre el uso de la energía, el cambio climático y sus consecuencias para el medio ambiente.

El problema de la contaminación persistirá a lo largo del siglo XXI. Los poderes públicos deben asumir abiertamente el liderazgo en la lucha contra la polución del aire, los desechos y los vertidos. En ese esfuerzo, deberán asociar estrechamente al sector privado, las organizaciones internacionales, la sociedad civil y los particulares.

El tránsito hacia un planeta sin contaminación es un proceso a largo plazo. Las inercias, la indiferencia, la avaricia obstaculizarán el camino. Sin embargo, ello no deber ser óbice para manifestar inequívocamente nuestro compromiso de trabajar en pro de un planeta libre de contaminación. Un compromiso, al fin y al cabo, en favor de la salud de las personas, el bienestar de nuestra población y la salvaguarda ineludible del medio ambiente.

Manuel Lezertua, ararteko

Antonio Vercher, fiscal coordinador de Medio Ambiente del Tribunal Supremo

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